Condena a Fujimori: se hizo justicia
Por Claudio Chipana G.
Por fin la palabra justicia cobra sustancia en el Perú. Sin duda es una sentencia trascendental e histórica, un verdadero ejemplo para el mundo. Porque se ha condenado, con la pena máxima, en la persona de Fujimori, a todo un sistema de oprobio que se vivió durante el régimen impuesto a raíz del golpe del 5 de abril de 1992 como método de lucha contra el terrorismo.
Nunca se había juzgado a un ex presidente en el Perú y más concretamente por violación de los derechos humanos. Ello tampoco había ocurrido en América Latina donde otros dictadores y genocidas escaparon a la justicia. Con este fallo histórico quedan reivindicadas las víctimas de la Cantuta y Barrios Altos y otras tantas víctimas de la guerra sucia. También se reinvindica el estado de derecho y la democracia tan frágiles en la historia peruana.
Generalmente la justicia se inclina a favor de los poderosos contra los débiles de la sociedad. En el Perú durante esos años de guerra interna, como ya lo estableció la Comisión de la Verdad y la Reconciliación, la abrumadora mayoría de las víctimas fueron habitantes de los andes. El saldo fueron fosas comunes, mujeres violadas, desapariciones, ejecuciones extrajudiciales.
La sociedad civil no puede quedar desamparada frente a los abusos y excesos del estado. Los elementos probatorios de la acusación de Fujimori fueron suficientemente contundentes siendo sustentados por un equipo legal de primer nivel y acogidos por un juzgado ejemplo de imparcialidad.
La sala penal halló ‘certeza razonable’ en los cargos y sostuvo categoricamente que el régimen fujimorista había incurrido en ‘crimenes de estado’. Se instituyo una organización delictiva jefaturada por Fujimori y secundada por Montesinos hoy en prisión. Sabemos además que esta práctica sirvió de amparo de un latrocinio de proporciones, así como la persecución de la oposición y el acoso de los organismos defensores de los derechos humanos.
Por cierto nada justifica a los grupos terroristas. Mucho menos esta sentencia puede ser calificada de ‘triunfo de los terroristas’; por lo demás, justicieramente, la sentencia ha sostenido que las víctimas de la Cantuta y Barrios Altos no eran terroristas.
La tesis de la autoría mediata esgrimida por la sala a cargo del juez San Martín va de la mano con el reconocimiento de la jurisprudencia internacional en materia de derechos humanos. Consecuentemente, es un reconocimiento al rol de los organismos internacionales, interamericanos y nacionales que defienden y promueven estos derechos.
La justicia se hace cada vez más global. El mensaje que queda es que la justicia debe ser igual para todos y que la autoridad no es sinonimo de impunidad.
El respeto a la vida humana es y debe ser el principio supremo de la sociedad y protegida por el estado. Se ha abierto un nuevo capítulo en la justicia peruana. Ha sido un momento de lucidez, una luz en un profundo tunel.
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