Claudio Chipana Gutiérrez
Un 18 de enero de 1911 nace en la ciudad de Andahuaylas el amauta José María Arguedas, uno de los más grandes escritores peruanos y es considerado por muchos como el intérprete más lucido de la cultura andina.
Arguedas, con su obra literaria, etnológica, antropológica, como pocos intelectuales peruanos contemporáneos, logró reflejar el sentir, la imaginación, la frustración y la esperanza de las masas andinas en una nación como el Perú, que es a la vez diversa, desigual y fracturada.
Arguedas nos ha dejado muchas obras, entre novelas y ensayos, muchas de las cuales son ya paradigmáticas en nuestra literatura. En ellas que nos topamos con el universo y la cosmovisión del mundo andino y representan una suerte de ruta vital del Perú que parte de la comunidad campesina enclavada en los Andes hasta llegar a las ciudades de la costa como por ejemplo Chimbote que le sirve de escenario a su obra póstuma “El Zorro de arriba y el zorro de abajo”. Sus otras obras tales como Warma Kuyay, Agua, Yawar fiesta, Los Rios profundos, Todas las sangres, reflejan una mirada interior del mundo andino que hacen de Arguedas un intérprete excepcional del mismo.
Sin embargo, la producción arguediana rebasa el ámbito puramente literario, ahí tenemos su fecunda obra antropológica, etnológica, su poesía y sus estudios sobre el folklore. Arguedas busca que retratar el mundo marginal de las serranías, tal como ellas se dan, como reacción a la superficialidad de algunos escritores. Tampoco el suyo es un realismo ingenuo, pues a Arguedas le interesa revalorar la tradición oral, los mitos, las leyendas, al mismo tiempo que el tormento y la explotación del hombre andino. El propio Arguedas será víctima a una edad muy temprana de esos tormentos. Más tarde, la experiencia personal del desprecio en la escuela, en la cárcel y aún en su condición de escritor conocido, lo vuelven de nuevo víctima de la incomprensión, como un reflejo de la marginalidad de la cultura andina. A mediados de los años 60s, Arguedas tiene que enfrentar la incomprensión de los críticos de la época respecto de su obra Todas las sangres; también llega a polemizar con algunos autores del boom literario latinoamericano porque siente el deber de defender a la cultura andina frente a las acusaciones de arcaísmo y provincianismo.
A Arguedas difícilmente se le puede encasillar bajo el rótulo de indigenista, ya que el indigenismo significó sobre todo la representación artística o literaria del indígena desde fuera del mundo andino, no obstante el deseo de reflejar la vida y cosmovisión andina. De cualquier forma, nada más lejos de la visión arguediana toda percepción exótica y pintoresca de la realidad andina.
Arguedas quiere escribir para reflejar fidedignamente el mundo andino que conoce tan bien desde su infancia, experiencia temprana que lo marcará el resto de su vida. Jamás olvidaría, por confesión propia, el amor impagable que recibió de parte de los comuneros.
Arguedas, tiene en la comunidad andina su punto de partida, su inspiración y el fundamento último ontológico y existencial. A partir de allí avanza hasta abrazar al Perú como una totalidad buscando que aprehenderlo en su diversidad, en sus contradicciones, como un país de “todas las sangres”. Para Arguedas hay pendiente un cambio social cultural en el Perú a partir de la diversidad existente, pero sobre todo a partir de la recuperación del mundo andino. Es lo que otros han denominado la utopía andina, que es redención social a modo de síntesis de la dualidad que ha sido el Perú desde la conquista. Para Arguedas el mundo andino no es cosa del pasado, aquél posee una capacidad transformadora y universalidad.
Arguedas mismo fue un ejemplo de aquella dualidad, alguna vez se definió como un “demonio feliz” que se expresa en quechua y castellano, por eso luchó para que el mundo andino mantuviese su identidad y no sucumbiese ante el avance arrollador del capitalismo y la cultura occidental, bajo el nombre de la modernidad.
A cien años de su nacimiento y 42 años de muerte como resultado de un suicidio, la memoria de Arguedas no descansa, sigue en el centro de la disputa. Las elites gobernantes le siguen negando. El gobierno peruano rechazó declarar el 2011 como el año del centenario de Arguedas. Pese a todo lo que se diga de que el Perú ha cambiado y se ha modernizado, en realidad, se mantienen las viejas estructuras de poder con sus divisiones y arraigados prejuicios respecto de lo andino. El Perú oficial al negarle a Arguedas el sitial que se merece, le niega a la nación reconocerse a sí misma como pluriétnica, multilingüe y diversa.
En su lugar, el 2011 se ha denominado el año del “ Centenario de Machupicchu para el mundo” en alusión al “descubrimiento” de Machupicchu por el arqueólogo norteamericano Hiram Bingham en 1911. Ello nos dice de la supérstite mentalidad colonial de nuestras élites. Cabria preguntar si el criterio comercial para atraer más turistas que favorecen en fin de cuentas a unas pocas compañías monopólicas debería primar y ser incompatibles con el reconocimiento la figura de Arguedas.
Pero los pueblos del Perú reaccionan. En estos días se ha producido una reivindicación espontánea en las regiones de la figura de Arguedas, en Andahuaylas, Abancay, en Ayacucho que acaba de denominar el 2011 como el “Año del natalicio de José María Arguedas”. En la ciudad de Lima, que tiene una población mayoritariamente provinciana, se han dado múltiples celebraciones del Amauta. El propio ministerio de educación de ha sumado a estas celebraciones.
En el Perú está pendiente la revaloración de la riqueza cultural del mundo andino y amazónico, con una diversidad de más de 40 lenguas y etnias. La migración interna que ha cambiado en mucho la faz de Lima y otras ciudades requiere como contraparte, la continuidad y valoración de las tradiciones andinas y nativas.
Arguedas se dio cuenta que uno de los grandes retos para cultura andina era encarar el influjo de la modernización y la tecnología. No es casual que su última novela hubiese tenido lugar en la costa, en uno de los centros del capitalismo bullente y abigarrado, escenario de conflictos en que los migrantes andinos que tienen que sobrevivir sin perder su identidad.
El mensaje arguediano de “todas las sangres”, del Perú como totalidad, lo catapulta como un precursor de la interculturalidad o el multiculturalismo. Arguedas comprendió que la única salida para el Perú como nación es reconociéndose en sus contradicciones, en su radical diversidad, en que las masas indígenas son aún negadas en su condición de ciudadanos. Nuestro escritor comprendió que el Perú debía superar este dualismo a través de la integración y la inclusión del Perú milenario.
Para Arguedas se puede ser andino y moderno a la vez. Modernizarse u occidentalizarse no equivale a renunciar a lo andino. Al recibir el premio literario Inca Garcilazo de la Vega Arguedas en 1968, dejaba en claro que no se consideraba un “aculturado”. Menos aún podía estar de acuerdo con una burda imitación de lo europeo o una caricaturización de lo autóctono.
Arguedas es y seguirá siendo la voz del Perú profundo que espera la plena redención social. La transformación real y simbólica del mundo andino significaba para Arguedas un “socialismo” que no conducía a una eliminación de lo “mágico”. En efecto, para Arguedas, la fuerza de lo mágico del mundo andino reposa en su carácter cósmico y antropológico, es decir en la armonía del canto de los pájaros, del sonido de los ríos, del viento, del canto quechua, de las danzas, de la vivencia de las piedras de los muros incaicos.
Algo peculiar en Arguedas es que el cosmos andino no se desliga para nada de la música. Arguedas, canto, tocó la guitarra, bailó, por eso su presencia es sentida en las danzas de tijeras, como él mismo lo reclama en su escrito testamentario.
Arguedas sintió lo andino, en quechua y en español, como la voz y la música que sale de la tierra, de los arboles, de los cerros, de los apus.
En suma, el mensaje arguediano no es otro que el de la transformación cultural que al Perú le hace falta y que la migración deja entrever y marca una dirección. Su realización se dará cuando el Perú se levante como una nación sin complejos, cuando el pongo se transforme en un torrente de humanidad, y cuando la comunidad campesina, con su saber colectivo milenario deje de ser el “otro” olvidado de la nación. La profundidad de Arguedas está en la profundidad de nuestras raíces.
Londres, 19 de enero 2011
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